Por: Sujeta Poética.
No acabo el libro, me faltan diez páginas, no puedo avanzar; me rehúso a leer la última página, cerrar el libro y abandonar su mundo. Es tal vez porque el libro está marcado por la Oscuridad, el dios que guía el camino de los personajes y que ahora me ha marcado a mí. El libro es como el Otro Lugar, como la casa fantasma en la que ingresan Gaspar -el joven protagonista-, y Vicky, Pablo y Adela -sus mejores amigos-, seductora de tan aterradora. Y aunque la historia causa espanto, la idea de seguir ese zumbido y comprobar que venía de ahí, una colonia de bichos, un hormiguero, las moscas que se rascaban las patas como si planearan un ataque antes de lanzarse sobre la carne podrida, esa idea me ha seducido. Tanto el libro como la casa fantasma en la que entran los niños son de dudosa apariencia. Desde afuera, describen una casa tamaño promedio; pero cuando Gaspar abre la puerta y los niños entran, recorren la casa alrededor de dos horas. Así, cuando una entra en el libro recorre una multiplicidad de voces imprevistas y entremezcladas que narran, desde diferentes espacios y tiempos, el relato total y su esfericidad.
Cementerio Municipal de Sevilla, Valle del Cauca, Colombia.
Un brusco despertar
(Primera parte, Las garras del dios vivo, enero de 1981)
Un brusco despertar y la penumbra. Iniciar el libro es como manotear en medio de la oscuridad intentando reconocer una cara, un camino. La magia ocurre desde el primer momento y al descubierto como parte de la cotidianidad de un mundo que no se comprende del todo pero que se intenta capturar a través de la lectura exacta de cada palabra. Para Mariana Enriquez, autora del libro, “el terror nace de la realidad”, así el universo de Nuestra parte de noche es aparentemente igual al nuestro hasta que se revela confuso, distorsionado y siniestro.
Juan Peterson, médium de la Orden de la Oscuridad, debe viajar desde Buenos Aires hasta la provincia argentina de Misiones para cumplir con el ceremonial e invocarla. A la Oscuridad. Lleva a cuestas la reciente muerte de Rosario, su esposa, y debe cuidar de Gaspar, su hijo de seis años; un niño ensimismado, un niño grande con un papá enfermo, un poco violento y muy extraño. Es quizá la conexión entre estos dos personajes el primer hechizo del libro. La empatía que generan padre e hijo se iguala a la curiosidad que emiten porque, muy en el fondo, uno se da cuenta de que no es una pareja del todo normal.
Juan Peterson, además de contar con poderes sobrenaturales que al inicio de la novela no se dejan entender muy bien, está enfermo de gravedad. En el hotel, se siente agotado por el viaje y le da instrucciones a Gaspar por si no despierta esa noche. “Nunca había tenido tantas ganas de morir como ahora, en esa habitación de hotel de provincias, y nunca había tenido tanto miedo de dejar solo a su hijo”, dicen que piensa Juan. Luego, en el baño, se corta la palma de la mano y la apoya sobre el símbolo de ceniza trazado en el piso. Invoca a su mujer. Silencio. Llama a Rosario de muchas formas a lo largo del relato, piensa en ella y ansía su fantasma porque la extraña y porque necesita ser un buen padre. Haunt me, le había pedido en vida a Rosario, que no es ni embrujar ni aparecer. Haunt me, que no tiene traducción pero señala la presencia del fantasma que visita, la promesa del amor más allá de la muerte.
Gaspar y Juan ven cosas, fantasmas. Recuerdos, como los llama Juan; ecos, según Gaspar. El padre le enseña cómo dejar de verlos usando la voz entre la columna y el estómago, con la meta de que la infancia de su hijo no sea igual de terrorífica que la suya. Luego, le enseña a nadar.
Continúan su viaje y llegan al pueblo Colonia Camila -que en realidad es Colonia Carolina-, la primera colonia privada de inmigrantes italianos en la provincia de Corrientes construida en 1888. Visitan a Tali, cuñada de Juan, que vive en el terreno vecino a la Capilla del Diablo construida por Lorenzo Simonetti -Lorenzo Tomasella en la vida real-, quien tenía vínculos con Adolfo Reyes, padre de Tali y Rosario.
La Capilla del Diablo, construida a inicios del siglo XX, surgió como ofrenda a la Virgen Nuestra Señora del Buen Consejo. Luego, Tomasella construyó figuras que representaban a sus hijos e imágenes del Infierno de la Divina Comedia de Dante. En el libro, la capilla es cuidada por Tali y alberga un santuario a San La Muerte, santo popular venerado en la región del Cono Sur, a quien le piden por la salud de Juan.
El tiempo que pasan en Colonia Camila muestra al lector fugaces reflejos de quién es Juan, un personaje principal que, no obstante, habita las sombras, que no se deja conocer del todo nunca, aunque sí se le llega a entender. Gracias a conversaciones que tiene con Tali -quien no es solo su cuñada, sino también su amiga de la Orden y su amante desde que eran adolescentes-, se comienza a entender el desespero de Juan, su preocupación constante pero hasta ahora poco explicada. Si bien es un personaje clave en la trama, no tiene una voz explícita, no lo conocemos más que por lo mucho que omite el narrador omnisciente y por lo que algunos personajes piensan o recuerdan de él.
Con Tali, Juan deja descubrir que la herencia es su principal motivación: la destrucción de la herencia maldita que teme haber transmitido a su hijo. La Orden, debido a que Gaspar es hijo de un médium y, por tanto, un médium en potencia, solicita su cuerpo para experimentar si puede convocar a la Oscuridad, anteponiéndose a la evidente muerte de Juan y asegurando, gracias a un nuevo médium, la inmortalidad de la Orden y su riqueza.
Los médiums, almas atormentadas y disimulados esclavos de la Orden, viven poco a causa del desgaste que produce la invocación de la Oscuridad. Juan sabe que los fantasmas también se heredan, y está dispuesto a salvar a su hijo a costa, incluso, del hijo mismo. La Oscuridad sería peor, piensa Juan, y además advierte que su hijo ve las presencias y las flores negras que se abren en el cielo cuando va a tener una jaqueca.
Cuenta Enriquez que haber aprendido y vivido la política entendiendo lo que fue la represión en la Argentina, su país natal, influenció su escritura asociando el poder con el mal: “empecé a pensar en un terror realista, bueno, el terror es tranquilamente realista; pero también haciendo una reivindicación de lo sobrenatural en la cultura pop y de la tradición oral popular”. Enriquez explora y explota lugares comunes del terror como casas abandonadas y cementerios haciéndolos nuestros, lugares que todos conocemos, que podemos imaginar y, por tanto, temer. Además, en Nuestra parte de noche habitan historias populares de la Argentina como la leyenda de Anahí, el culto a San La Muerte o el niño mártir San Güesito.
Ya en Corrientes, Juan y Gaspar se instalan en Puerto Reyes, mansión de la familia de Rosario y herencia de Gaspar que, según Enriquez, está inspirada en Puerto Bemberg, una casona ubicada a orillas del río Paraná y rodeada de 400 hectáreas de selva donde Juan, al fin, realiza el ceremonial y se convierte en el dios de las uñas de oro.
El dios de las uñas de oro
(Segunda parte, La mano izquierda, el Dr. Bradford entra en la oscuridad, Misiones, Argentina, enero de 1983)
En Nuestra parte de noche, el cuerpo es utilizado como uno de los principales instrumentos del terror. La Oscuridad mutila, la Orden secuestra y le entrega vidas en cada ceremonial; dentro del cuerpo se introducen amuletos y la sangre es el líquido más preciado en cualquier invocación; personas desaparecen en casas abandonadas, Juan se convierte en el dios dorado en cada ceremonial y sus manos se transforman en garras de oro con las que cercena y luego sutura.
Así, la literatura de Enriquez trasciende la instancia lovecraftiana en la que el terror debe tener un factor sobrenatural -ya sea un monstruo, un fantasma o una creatura mítica-; proponiendo lo gore como aguja para punzar los puntos de presión fóbica que, según Stephen King -una de sus principales influencias-, son miedos primitivos e inconscientes de los humanos. “El problema es que no a todo el mundo le dan miedo las mismas cosas”, afirma Enriquez, “pero algo que aprendí es que da más miedo lo que es cercano que algo demasiado impreciso y que vos no te sentís personalmente vulnerado. Por eso, una caja de párpados te va a impresionar mucho más que Godzilla por la ventana”.
El gore es esencial en Nuestra parte de noche porque es esa violencia tangible y gráfica del libro lo que nos produce espanto. Por ejemplo, en el libro aparece una caja con párpados, lo que nos remite a preguntarnos de quién eran esos párpados, cómo se los sacaron, cómo viven ahora sin párpados o cómo sería que le sacaran a una los párpados. La instancia gore nos asusta porque la reconocemos demasiado cercana a nosotros, como el frío metal de la hoja de una navaja contra la piel.
Nuestra parte de noche es la cuarta novela de la escritora argentina Mariana Enríquez, publicada en 2019 por la editorial Anagrama.
En la segunda parte del libro, narrada por Jorge Bradford, integrante de la Orden, tío de Rosario y médico cirujano; conocemos, por fin, el origen del dios de las uñas de oro. Aquí, el horror del cuerpo no solo se señala en la transformación física de Juan, sino también en su enfermedad. Bradford encuentra a Juan cuando tan solo tenía cinco años y era un niño a punto de morir. Salva su vida gracias a varios procedimientos quirúrgicos, pero ata su destino a la Oscuridad, descubriéndolo como el nuevo médium que la Orden buscaba desesperadamente.
Bradford es el típico cirujano loco de las historias de terror, un Dr. Frankenstein que no crea a un monstruo sino que lo descubre en el cuerpo moribundo de un niño de cinco años. Enriquez narra, a través de una jerga médica impecable, cómo un cuerpo se abre y se explora y se disecciona; cómo nuestro cuerpo es temible en la medida en que nos asustan sus inevitables cambios, su vulnerabilidad de cosa viva que tiende a la muerte; cómo lo nombramos nuestro aun siendo el misterio interior que no conoceremos. ¿Y si dentro de nosotros también habita la Oscuridad?
Casas fantasmas, casas solas y otras cosas
(Tercera parte, La cosa mala de las casas solas, Buenos Aires, 1985-1986)
Después de la pequeña novelle de viaje que es la primera parte del libro, y de la primera persona medio modernista y lunática del Dr. Bradford en la segunda, Enriquez nos devuelve a la vida de Gaspar y Juan cuatro años después, en la Buenos Aires luego de la dictadura, recuperándose en los primeros años de democracia pero con una herencia económica nefasta.
Junto a Gaspar, de diez años, conocemos a Vicky, Pablo y Adela, sus amigos. Aunque la vida de Gaspar resulta compleja para la gente del barrio, a pesar de que sus amigos conocen lo definitivamente solo que se siente, pareciera que la vida de todos está marcada por la Oscuridad de alguna manera. La familia está averiada, la Argentina acaba de salir de una dictadura irreal, de un terror que solo debería leerse en los cuentos. ¿Qué mejor que un grupo de niños en un tiempo y un lugar como ese para que la Oscuridad despliegue sus garras? Los niños la desean, la manifiestan a través de historias, como la del Invunche que le narra Adela a Vicky, un ser del gótico tropical que nos devuelve a lo gore:
O como el zumbido que escucha Vicky desde su casa y que proviene, dice ella, de la casa abandonada del barrio ubicada en la calle Villareal; lugar donde cree Adela que retuvieron a su padre, desaparecido de la dictadura. La casa abandonada, que parece saludarlos e invitarlos a pasar.
El terror en la narrativa de Enriquez se divide en dos que, a lo largo del relato, se entremezclan. Por un lado, la Oscuridad se alza como un ente sobrenatural lovecraftiano de difusas formas adorado por una Orden que es secta, familia oligárquica y clase política de la ultraderecha argentina. Por otro lado, el horror ocurre gracias a la violencia tangible proveniente de los puntos de presión fóbica pulsados en el libro con temas como la violencia doméstica o la violencia institucional, que convierten al gore en un subgénero político.
Nuestra parte de noche ganó el Premio Herralde de Novela en 2019.
Lo siniestro empapa las páginas de Nuestra parte de noche. Lo conocido se difumina como un reflejo en el agua, lo real se nos cae como arena de las manos. Gaspar describe su casa como la mejor del barrio que, sin embargo, por dentro está vacía; repleta de cuartos a los que su padre le tiene prohibida la entrada. Juan está cada vez más lejos, tan bello y tan terrible, enfermo e indescifrable.
Lo siniestro, que Freud conceptualiza en alemán como ‘unheimlich’, traducido como ‘unhomely’ en su libro The Uncanny; es decir, como “ese tipo de miedo que se origina de lo que una vez fue muy conocido”, se encarna en Juan, furioso como un animal herido, desapareciendo por días, dibujando símbolos en sus cuadernos, saliendo en la noche y regresando en la mañana completamente desgastado. Gaspar le tiene miedo, sobretodo cuando lo encuentra en una especie de trance que lo hace violento e irreconocible tras sus herméticos ojos amarillos. Su casa se resquebraja y tambalea bajo el peso de la enfermedad y la agresividad de Juan, y es Gaspar quien sale lastimado.
La casa fantasma, locus gótico
“Su propia casa era amplia y elegante y, lo sabía, la envidia del barrio;
pero también era oscura y estaba vacía, con el jardín seco, poquísimos
muebles, la obligación del silencio”. Nuestra parte de noche, p.197
En Nuestra parte de noche, la casa funciona como un punto de presión fóbica al ser un lugar del cual se espera recogimiento, pero que puede convertirse fácilmente en un espacio traumático; tememos el derrumbamiento de nuestra casa porque, muy en el fondo, sabemos lo frágil que es, o lo siniestra. Desde la psicogeografía -concepto propuesto por Guy Debord que explica el efecto de lugares geográficos sobre las emociones y el comportamiento de quienes lo habitan-, el hogar se observa como un lugar que puede cargar, retener y alimentarse de hechos dolorosos y lacerantes. De tal manera, en el libro la casa no es solo una locación, es además un personaje que se amplía, sobre todo, con la presencia de la casa abandonada del barrio.
Enriquez, además de escritora, es periodista; labura en el diario Página/12, como subeditora del suplemento Radar.
Enriquez aclara que la casa abandonada de su libro no es una casa embrujada, sino una casa fantasma: “En castellano a esas casas las llamamos ‘embrujadas’ pero es un término muy inexacto: supone que el lugar estuvo habitado por una bruja que lo hechizó. Y un fantasma es algo muy distinto [...] el fantasma se presenta y representa aquello que lo hirió”, afirma la autora en el texto Díptico, donde además explica que “en inglés hay un término más preciso para las casas habitadas por fantasmas: ‘haunted’ que significa un ‘lugar habitado por fantasmas’. También significa estar inquieto, nervioso, perseguido, quizá diríamos fuera de lugar”.
Asegura que en el libro la casa abandonada es “un fantasma que no fue una persona sino un edificio”, un ente del barrio que todos conocen, que causa miedo, que carga con muchas historias sobre sí. Es un clásico locus gótico que renueva al castillo o a las ruinas, produciendo terror no solo por sus características sobrenaturales, también por su psicogeografía del trauma abordada desde lo político:
En la Argentina de la dictadura, casas comunes sirvieron como Centros Clandestino de Detención (CCD). Según el Nunca Más (Conadep), la mayoría de centros estaban ubicados en grandes áreas organizadas para retener ilegítimamente a personas “en estadías que muchas veces se extendieron por años o de las que nunca retornaron” (p. 62); no obstante, muchos CCD se encontraban en casas o sótanos bien disimulados.
Una vez en la casa fantasma, encerrado el lector allí, todo sugiere la existencia de una agencia alimentada por el recuerdo del dolor y el cuerpo deshumanizado, tal como sería un CCD de la dictadura. Los chicos, al entrar, hallan la imposibilidad de la luz eléctrica aún cuando “del techo no colgaban lámparas: había agujeros con cables viejos que asomaban como ramas secas. También olía a desinfectante” (Nuestra parte de noche, p 338). Encontraron estantes limpiesísimos con colecciones de párpados humanos, uñas, dientes. Un teléfono negro que podría ser una picana eléctrica, que según el Conadep era “un teléfono de campaña a pilas, que al dar vuelta su manija generaba corriente eléctrica”, utensilio de tortura utilizado en la dictadura.
La casa nos encierra entre sus paredes siniestras y, ya tarde, nos damos cuenta de que estamos en la boca del monstruo que nos envenena con su aliento, que nos atrae hacia su interior y nos engulle. En la casa fantasma, Enriquez teje un relato de lo siniestro con lo weird y lo eerie, que se originan del unheimlich de Freud, concepto explicado anteriormente, trascendiendo su significado. En el texto The weird and the eerie, del filósofo inglés Mark Fisher (2017), estos dos conceptos se presentan como una elongación de lo siniestro que se encuentra en su contrario: si bien el unheimlich aborda lo extraño desde lo familiar, es decir, de adentro hacia afuera; lo weird y lo eerie se aproximan a la extrañeza desde su enunciación como ente o hecho fuera de lugar. “The weird and the eerie make the opposite move: they allow us to see the inside from the perspective of the outside”. (p.10) Es decir, “lo weird y lo eerie muestran el movimiento opuesto: nos conceden ver el adentro desde la perspectiva del afuera”. (traducción propia)
Lo weird, en palabras de Fisher, es aquello que no pertenece, aquello irreconciliable con lo familiar, incluso con lo natural; “weird is montage”: la conjunción de dos o más cosas sin su conciliación. Cabe aclarar que lo weird -igual que lo eerie- pertenece más a lo extraño que a lo espantoso; más bien, lo terrorífico no es una categoría inherente a su existencia. Un vampiro, por ejemplo, suele confundirse con una entidad weird, siendo este una creatura más monstruosa que weird. Fisher compara a un vampiro con un agujero negro, argumentando que el segundo es más weird en la medida en que este dobla el espacio y el tiempo más allá de nuestro entendimiento, a pesar de que pertenece a un cosmos que creemos ingenuamente comprender (p.15). De esta forma, Fisher propone que lo weird es “a particular kind of perturbation” (una particular forma de perturbación), una entidad u objeto que nos hace pensar que no debería existir, al menos no en nuestro mundo.
En el 2024, Enriquez ganó el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso.
Lo eerie, al igual que lo weird, es un tipo específico de experiencia estética; solo que lo eerie no se apega a formas determinadas por mediaciones culturales y va incluso más allá de lo físico. Es una sensación, algo que se susurra en el aire, que se siente en el escalofrío que nos recorre la piel. Lo eerie está fundamentalmente atado a preguntas metafísicas sobre la agencia, entendida como aquello que actúa sobre un lugar, que pertenece a él (p11). Fisher propone dos tipos de experiencias eerie: una “failure of absence” y una “failure of presence” (p. 62). Por un lado, la falla de ausencia se puede entender a través de, por ejemplo, el llanto de un pájaro; este puede ser eerie si reconocemos en él algo extraño que no pertenece al llanto de un pájaro, lo que conduce a cuestionarnos qué es lo extraño del llanto, si el pájaro está, tal vez, poseído y, si lo está, qué tipo de entidad lo domina. Por otro lado, la falla de presencia suele atribuirse a espacios y paisajes; por ejemplo, unas ruinas o un lugar abandonado nos hacen preguntarnos qué pasó ahí y por qué (p. 62).
En Nuestra parte de noche, la casa fantasma es un ente complejo atado a acontecimientos sociopolíticos de la dictadura en la Argentina, con vastos entramados que componen lo siniestro, lo weird y lo eerie. Dentro de la casa, los chicos se estrellan contra varios elementos que generan un rechazo inmediato propio de lo weird, como los estantes repletos de partes humanas, un espejo que cuelga del techo y en el cual se supone sería imposible reflejarse o un libro de medicina en aquel inhóspito lugar. Estos elementos, de igual forma, nos generan el extrañamiento de lo eerie al obligarnos a pensar quién colecciona estas cosas, quién cierra la puerta cuando ellos recién entran en la casa, qué agencia habita la casa o qué entidad es ella misma. Además, el lugar ejerce una atracción mucho más fuerte una vez dentro, y su interior es diferente, inmenso comparado a lo que se ve desde afuera.
Ojos de caleidoscopio
(Cuarta parte, Círculos de tiza, 1960-1976)
Parada frente al tocador, reflejándome en el espejo, elijo los anillos que me pondré hoy. Pienso en Rosario, que afirma llevar anillos para que los demás sepan de su carácter fuerte. Pienso mucho en ella. Rosario, antropóloga desde niña, interesada por los relatos de la Argentina, nos muestra su vida desde una especie de diario de campo, que resalta su voz a través de un relato en primera persona que -además de darnos un recorrido por lugares como Buenos Aires, Chascomús o el vasto campo de Misiones- nos revela el origen de la Orden, su criollez altiva de europeo desterrado.
No es casualidad que la Orden sea una de las familias más ricas de la Argentina. Enriquez utiliza la impunidad que otorga el poder, recurrente en las realidades políticas y socioeconómicas latinoamericanas, para introducir en el relato el elemento gore que acompaña a las prácticas de la Orden, tales como secuestros y torturas que funcionan como sacrificios a la Oscuridad. Rosario, además, relata la vida de sus antepasados, investigadores y aventureros ingleses con fortunas provenientes de la explotación al África, que con el paso del tiempo y la migración se convirtieron en terratenientes argentinos del yerbatal, que secretamente buscaban a un médium que continuara prolongando sus riquezas. En Londres, lejos de su casa pero cercana a la Orden -allí queda su sede principal- perfecciona sus sellos y demás prácticas mágicas, estudia antropología en prestigiosas universidades y logra vivir en pleno el místico y la psicodelia de la escena londinense de finales de los años sesenta.
“Yo realmente sentía la presión de ella diciéndome ‘dejame hablar, ¿por qué no me dejás hablar?”, cuenta Enriquez que le pasó con Rosario, un personaje que iba a ser contado por cartas y diarios pero que se narró a sí misma, casi el único en primera persona en todo el libro. Es curioso -y para nada una coincidencia- que sea Rosario quien cuenta la historia de una lucha, de una rebelión contra las antiguas prácticas de una orden secreta que tiene por principio el dolor. Por dios, la oscuridad. Y los dioses se comportan igual que las personas que los adoran, afirma Rosario. Su historia y su muerte son un grito y un rechazo contra la Oscuridad. Igual que el de Juan, el de Stephen y el de Tali. El médium, el objeto mágico, quiere cortar el hilo que lo hace esclavo. La sangre, acabar con su herencia de explotadores, herencia que también marca sus cuerpos con sufrimiento.
Rosario y su voz claraoscura, la sacerdotisa “coronada en sombras” que también se sabe repleta de amor: “siempre fui capaz de una traición. Pero cuando dudaba, me aferraba al recuerdo de esa noche cuando creí que mi hijo estaba muerto. Y a la felicidad desmedida de cuando lo escuché llorar”. (p.470) Reconozco en las contradicciones de Rosario la indecisión de cualquier mujer frente al amor y el poder; su capacidad de convertirse en matriarca de la Orden pero también su necesidad vital de amar y cuidar a su hijo. “El amor es impuro [...] Contamina y te vuelve posesiva, salvaje, destructiva” (p.468) le enseñaron a pensar, a actuar: soltando el amor cuando la carga debe aligerarse para llegar más alto. Así la batalla contra la Oscuridad es también interna y pugnan dentro el bien y el mal, el amor y el poder. Nuestra parte de noche fría y oscura pero repleta de estrellas.
Góticos de tierra caliente
(Quinta parte, El pozo de Zañartú, por Olga Gallardo, 1993)
Si la novela gótica es un intrincado castillo en ruinas que mezcla diferentes voces y silencios -siempre hay algo que no se dice, que no se entiende-, creando un coro de ambigüedad narrativa para constatar su atmósfera eerie; Nuestra parte de noche es una casona tétrica escondida entre la manigua guaraní. En El pozo de Zañartú, falsa crónica escrita por Olga Gallardo, Enriquez entrevera al género periodístico en el relato sobre una fosa común hallada en el lugar, cementerio clandestino en un pueblo de Misiones donde los militares arrojaban a desaparecidos en la época de la dictadura. Luego, todo se desmorona, se torna una vez más hacia la Oscuridad.
La periodista conoce a una mujer que le cuenta no solo haber sobrevivido a la Operación Itaí, donde murieron varios de sus compañeros militantes; le habla también sobre algo que habita la selva, “no me pida que le explique qué es eso, no tiene nombre (...) El dios negro, Olga, le decían el dios dorado, pero es negro (...) El dios vive en la sombra, tené cuidado, duerme, pero vive” (p. 508).
Enriquez publicó Bajar es lo peor, su primer novela, a la edad de 21 años.
Detengámonos ante la evidente tropicalización del gótico: Enriquez narra la selva desde la otredad que habita los relatos góticos, que, si bien suelen ser narrados en ambientes fríos y montañosos, también pueden pensarse desde el trópico y desde una instancia mestiza, que es rica tanto en narraciones locales como en el reciclaje y reapropiación de historias extranjeras.
En el libro Selva de Fantasmas, Eljaiek-Rodríguez explica cómo la tropicalización de lo gótico “extiende el espectro de análisis al enunciar el acto de poner fuera de lugar y la extrañeza como parte fundamentales del proceso de mezcla y mestizaje cultura” (p.16). Así, al llevar al gótico de la fría naturaleza europea al trópico latinoamericano, el género se pone fuera de lugar y sirve como bandera de otredad para señalar la experiencia del gótico en tierra caliente.
El pozo de Zañartú inicia como una crónica cruda acerca de la violencia institucional, y se vuelve inevitable que ese pozo de cadáveres no nos envuelva en la visión de la selva guaraní, con su naturaleza ajena, profunda. Una manigua que traga silenciosa, una agencia eerie en su totalidad. La selva que vive contenida en su silencio, adormecida entre la oscuridad.
Gótico y trauma: el fantasma como el recuerdo de aquello que nos hirió
(Sexta parte, Las flores negras que crecen en el cielo, 1987-1997)
En la novela gótica, como he dicho anteriormente, los relatos son abruptos, entrecortados, con voces inesperadas en diferentes tiempos y espacios. Al final, sin embargo, toman la forma de un uróboro. El relato es tan circular que una puede quedarse a vivir como en un castillo abandonado donde las puertas son un engaño, un lugar del que es imposible salir. Vuelvo, de nuevo, a la herencia; ya no desde la herida ni la sangre sino desde la cicatriz, desde el trauma.
Enriquez disfruta de los paseos por cementerios, plasmados a través de crónicas en su libro Alguien Camina sobre tu tumba (Anagrama, 2014).
La sexta parte del libro es eso: flores que se abren en el cielo. El inevitable efecto de la causa, las hierbas que crecen en el pavimento. El desencadenamiento de la vida fuera de nuestra voluntad, la lluvia que cae inesperada y definitiva en cualquier esquina. La Oscuridad no siempre acosa, acecha. Conoce muy bien a quienes ha marcado, tarde o temprano los encuentra. La Oscuridad persigue, oscuridad que es igualmente metáfora de los traumas que cargamos. El fantasma de aquello que nos hirió.
Este aspecto, no solo de Nuestra parte de noche sino en general de la novela gótica, pone en mira al psicoanálisis entero al enunciarse como un género para narrar lo indecible, tema principal en la terapia psicoanalítica. El gótico es, además, contemporáneo a dicha teoría; pues Freud, nacido en 1856, viviría en el mismo ambiente cultural que escritores del gótico y el romanticismo como Oscar Wilde, Bram Stoker, R.L. Stevenson… (The Gothic Tradition in Fiction, McAndrew, E. p.241). De esta manera, tanto el sujeto del gótico como el del psicoanálisis se ve transformado debido a acontecimientos relacionados con el dolor, la represión y la manipulación. Hechos que lo llevan a actuar de formas que lo sitúan en un no-lugar entre la bondad y la crueldad; con personalidades que rayan en lo antagonista y que generan sentimientos tanto de atracción como de repulsión.
La herida que se vuelve cicatriz se nos adhiere no como apéndice, sino como árbol con sus raíces conectadas al micelio. Así el trauma se inscribe en lo que somos de adentro hacia afuera, muchas veces, la mayoría, sin poder alcanzar el exterior. Lo que nos marca, además, pareciera inherente al dolor, como si la felicidad pasara como una caricia volátil sobre la piel y lo que realmente conforma quiénes somos son los hechos dolorosos que nos cuesta entender de tan desoladores. De esta manera, al abordar el trauma, Nuestra parte de noche es, también, un libro sobre la identidad. Sobre lo que somos debido a lo que heredamos y lo que deseamos llegar a ser a partir de lo que construimos.
En la última parte del libro, Gaspar lucha contra los fantasmas internos que lo acosan y los traumas que lo han convertido en un joven triste, furioso y con una salud mental que tambalea ante cualquier acontecimiento. Aunque lo comúnmente esperado es huir de los fantasmas, Gaspar tiene una necesidad vital de reconstruir su identidad a partir de todo lo que desconoce de su pasado, de sus padres y del resto de su familia, por lo que la Oscuridad le deja pistas en el camino que lo conducirán a ella.
Un libro es también una casa fantasma
No solo la casa del libro es un fantasma, Nuestra parte de noche es una novela monstruo; un dispositivo eerie que deja marcas, como la Oscuridad en los cuerpos de quienes la invocan. Es propio de una novela gótica ser un castillo en ruinas con pasadizos secretos, cámaras que están y desaparecen arbitrariamente, historias contadas por los alaridos del viento, fantasmas o recuerdos de dolor. Cada parte de Nuestra parte de noche es una voz nueva que integra nuevos escenarios, como una puerta que, cada que se abre, descubre un lugar distinto. Corre el riesgo el lector, o el gusto, de quedar atrapado en una de estas recámaras, tal vez en alguna encuentre a Juan invocando un ceremonial, experimente la vida londinense de los años sesenta, o vaya a dar un paseo por el Otro Lugar, la boca del monstruo que colecciona en su interior a cada devorado.
Termino el libro pero me resisto a dejarlo. Esquivo la oleada de tristeza que acompaña el final de cada una de mis obsesiones y decido, irrevocablemente, empezarlo de nuevo. Me encuentro a mí misma, a cualquier hora y en cualquier lugar, pensando en la noche y en cementerios; en Gaspar, en su rabia y su desolación; en Juan, tan bello y tan terrible; en la Orden y la idealización de una vida entregada a un culto.
Dentro, de la casa fantasma o del libro mismo, después de haber explorado sus cuartos y haber inhalado de manera profunda su tóxico aliento; miro hacia el exterior por última vez y cierro el libro mientras me despido.
Bibliografía
Enriquez, M. Nuestra parte de noche. Editorial Anagrama, 2019.
Eljaiek-Rodríguez, G. Selva de fantasmas: el gótico en la literatura y el cine latinoamericano. Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2017.
Fayad Boada, C. Tejiendo lo siniestro y lo sociopolítico: Un análisis del 'horror social' en Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez.
Fisher, M. The Weird and the Eerie. Repeater Books, 2017.
Freud, S. The uncanny. Penguin Books, 2003.
McAndrew, E. The Gothic Tradition in Fiction. Penn State University Press, 1982.
Webgrafía
Enriquez, M. (2017) Díptico ESP. Recuperado de: https://www.jorgemacchi.com/es/textos/626/diptico-esp
Biblioteca IP (2018) Mariana Enriquez en Biblioteca IP, sobre Nuestra parte de noche. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=CWmrdpYtJl8&t=1303s
FLACSO Argentina (2017) Narrativa de terror por Mariana Enriquez. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=bHdM7Wq6fe4&t=24s
El Método Rebord (2022) #43 - Mariana Enriquez. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=ICbnfgarTNQ
Los siete locos (2020) Mariana Enriquez en Los siete locos. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=Q2AYsoaAxkU&t=905s
Caja negra (2022) Mariana Enriquez: “Para mi generación, el miedo era que tu cuerpo no aparezca. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=Vyq0MEcRDng
La March (2024) Mariana Enriquez: entre el terror y la realidad. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=4a5MUKKIJa8&t=4342s
GCBA (2020) Cómo me hice escritora|Mariana Enriquez. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=HGATuhXLdxI&t=4452s
C5N (2023) Mariana Enriquez en El Viaje con Diego Iglesias. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=kmjFomCjVLM&t=353