Por: Sujeta Poética.
Mi viejo libro de Juan Rulfo se deshace mientras lo leo. Sus páginas han adquirido la vaga consistencia de los habitantes de Comala, recuerdos petrificados en el aire de un pueblo abandonado. No es la primera vez que vengo a Comala. No, he venido muchas veces. Seguramente usted y todos hemos venido alguna vez, así no se tenga ni idea de dónde queda o qué es.
Juan Rulfo (1917-1986), además de escritor, fue fotógrafo, capturando imágenes de la vida rural mexicana que complementan su visión literaria.
He venido, pues, a Comala. He venido buscando a mis muertos. Buscar mis muertos es buscarme a mí misma, carne nueva por la que navega sangre vieja. He venido a encontrarme con el pasado que, lentamente, bajo el sopor del sol infernal de Comala, se convierte en mi futuro. Es peligrosa Comala, lo es por su melancolía, puede uno resultar siendo un muerto más. Así que vengo con vitalidad, con ímpetu, con terquedad a buscar mis muertos, que es escarbar entre huesos o estar bien hundida en ellos. Esto para no dejar de recordar que yo también soy estos huesos y la muerta de alguien más.
El embrujo de Comala radica en ser un cementerio que, en vez de tumbas, tiene casas. Juan Preciado va en busca de la casa que nunca tuvo, la de su padre, Pedro Páramo, a quien su madre le pide que busque en el lecho de muerte; y cuando llega a Comala, Preciado parece fascinarse con la personalidad fantasmal del pueblo, con sus casas deshabitadas, con las personas que aparecen y desaparecen, con los murmullos que de pronto rompen el silencio del pueblo abandonado.
Rulfo publicó solo dos obras: El Llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955). A pesar de su escasa producción, ambas son consideradas obras maestras y pilares del realismo mágico.
Juan Preciado no conoce al pueblo, ni a su padre, ni a las personas que allí lo reciben, pero estas afirman conocer a su madre, de quien por fin le cuentan historias; así Comala se hace ante los ojos de Juan Preciado un lugar familiar que reconstruye el pasado que llevaba años imaginando, materializando lo desconocido, lo que nunca será suyo, a través de murmullos que le ayudan a entender los fantasmas que conforman su propia vida.
No vuelvas, Juan Preciado, en busca del tiempo pasado que fue mejor. No existe. Caminaste por Comala esperando que los fuegos fatuos que bailan sobre las tumbas te guiaran hacia el pasado que te pertenece, y de tantos aparecidos que viste te convertiste en uno. Ahora estás aquí, enterrado en Comala y regresando a sus raíces. Estás aquí, cobijado por la tierra que alguna vez debió ser tuya; y puedes, al fin, escuchar las voces de ultratumba que te susurran, suavecito y al oído, la historia de tu padre y de tu pueblo.