Por: Sujeta Poética.
¿Qué decir de un libro rizoma que no tiene principio ni fin, que carece de cualquier eje o jerarquía? No hay por donde empezar al escribir sobre Los detectives salvajes porque leerlo no es seguir el hilo que nos tiende Bolaño, sino una caída, una zambullida en una trampa. La composición del libro me hace pensar en un abrazo: la primera y tercera parte se unen abrazando a la segunda, o la segunda es un abismo entre la primera y la tercera, o podría ser una…
¿De qué va, entonces, Los detectives salvajes? De todo y nada, atinaría a escribir. Del amor obstinado por la poesía y de su búsqueda convertida en la búsqueda del sentido de la vida. Es un libro sobre “la larga y sangrienta marcha de los jóvenes líricos del DF”. Un libro sobre juventud y pérdida, que van usualmente de la mano; sobre juventud y poesía, que desemboca en vagabundez. Es un libro sobre la nostalgia de perseguir lo que no queremos asumir como perdido, o sobre la nostalgia que nos provoca lo que nunca tuvimos. Es un libro triste que te hace reír a cada rato.
¿Pero quiénes son, entonces, esos jóvenes líricos del DF? Podría decirse que los personajes principales son Arturo Belano y Ulises Lima, que en la primera y tercera parte del libro son contados gracias al diario de García Madero, el poeta más joven del realismo visceral, movimiento poético creado por Belano y Lima. Pero en la segunda parte, que abarca alrededor de unas 500 páginas, el libro se rompe y cae convertido en vidrios rotos que reflejan a alguien diferente cada que te asomas. Así, si bien en la segunda parte le seguimos el rastro a Belano y Lima, Bolaño desfigura la clásica imagen del personaje principal y pone a aproximadamente cincuenta personajes a construir y derribar las figuras de Belano y Lima, poetas de los que nunca leemos un solo verso y que jamás consiguen narrarse a sí mismos.
En Los detectives salvajes, el ‘yo’ se disuelve de forma tan consistente que el libro no necesita de ningún hilo conductor o personaje principal para desenvolverse y atraparte; precisamente, esa es la clara propuesta del libro. Lima y Belano -además de Cesárea Tinajero, poeta que ellos buscan mientras nosotros los buscamos a ellos- son fantasmas que diferentes personas recuerdan a su modo, y aunque cada historia desdibuja aún más sus difusas personalidades, se hace visible la idea fundamental del libro: es imposible conocer al otro y conocerse a sí mismo, puesto que nuestro conocimiento se encuentra siempre limitado por la miopía innata de la experiencia humana. Solo percibimos en tanto la mediación ocurre, y por eso cada mirada es como el iris de cada persona, único en el mundo; y aunque esto suena para muchos a un halago, no es más que una limitación, una fragmentación del mundo a causa de nuestra percepción.
¿Los detectives salvajes, quiénes son? ¿Son los poetas realvisceralistas que buscan a Tinajero como excusa para crear un movimiento y buscar la poesía? ¿O somos nosotros, lectores convertidos en detectives que vamos de la mano de un montón de personajes buscando capturar alguna imagen de Lima y Belano? De acuerdo con María Antonia Flores en sus Notas sobre Los detectives salvajes, “la incertidumbre como propuesta estética” invade el libro y obliga al lector a convertirse en autor, descifrador de voces y silencios, cocreador del texto ficcional como en mucha de la literatura de la posmodernidad.
Bolaño nos invita a construir junto a él sus personajes fantasmales, contradictorios y llenos de ambigüedades. Fernando Saucedo Lastra, en su artículo sobre los personajes de LDS titulado “De la figura ausente o el enigma del yo”, explica cómo el libro narra la acción y nunca la emoción. Según Saucedo, “Bolaño no describe ni nombra un sentimiento o un estado de ánimo sino que lo revela mediante una acción” (p. 61); de esta forma, sus personajes se configuran solo mediante su hacer y su decir en el mundo.
Esta construcción de los personajes a través de su accionar, concreta su apariencia fantasmal al conformarse como seres con poca profundidad psicológica, carentes, al parecer, de sentimientos e identidad. El personaje secundario, que adquiere una importancia protagónica, usa el “yo” de la primera persona para narrar la historia de otro, historia que fragmenta y distorsiona gracias a la imposibilidad de la objetividad. Philippe Harmon, en la Poétique du roman, expone un esquema que enmarca el retrato del personaje y que, al estudiarlo, expone la falta de profundidad psicológica de los personajes de LDS.
El nombre, que según Harmon es la herramienta más fácil para dotar de realismo a lo ficticio, pareciera hacer parte de LDS, pues a todos los personajes se les asigna un nombre; pero encontramos que los nombres de los personajes principales son casi una burla a esta herramienta. Por un lado, aunque el nombre de Ulises Lima, que viaja por el mundo, hace referencia al personaje griego, nos enteramos de que este no es su nombre real, es solo una máscara, una construcción desvencijada que crea para ocultarse. Por otro lado, el nombre de Arturo Belano es una referencia metaliteraria a Roberto Bolaño, confirmada por el mismo autor y que, en palabras de Saucedo, produce una búsqueda del ‘ser’ del personaje “fuera de la lógica de la ficción, lejos del espacio de la novela” (p. 55).
Continuando con el esquema de Harmon, el cuerpo y la indumentaria crea el imaginario del personaje en la mente del lector. No obstante, en LDS hay pocas descripciones físicas de los personajes, siendo los secundarios quienes más se describen con características físicas. Respecto a los personajes principales, sus corporalidades e indumentarias son casi inexistentes o, peor aún, cambiantes y contradictorias, siempre dependiendo del momento o del personaje que los está narrando.
La biografía es otro elemento que no tienen los personajes de LDS, pues carecen de pasado o herencia, y de acuerdo con Saucedo, su existencia se realiza únicamente en el presente de la narración. El último aspecto que plantea Harmon es el de la psicología del personaje, que hace referencia al vínculo de este con el saber, el poder, el querer y el deber, es decir, la motivación; que encontramos inexistente o carente de importancia para quienes habitan el rizoma de Los detectives salvajes. La motivación no es algo conciso ni en los personajes ni en los lectores, que en un punto del libro no sabemos por qué buscamos con tanto ahínco a Lima y Belano, ni entendemos quién y por qué sigue su rastro haciendo las entrevistas a los personajes secundarios. “Las creaturas de Bolaño no se construyen por lo que comprenden o saben” explica Saucedo, “se definen, al contrario, por lo que ignoran y esa definición, necesariamente, es defectuosa, imperfecta, inacabada” (p. 60).
Estas ‘imperfecciones” de Los detectives salvajes lo convierten en un libro rizoma en tanto está inacabado, crea conexiones que deja abiertas, no le teme a los puntos ciegos, se atreve a crear inconsciente. El rizoma, concepto propuesto por Deleuze y Guattari en su libro Mil Mesetas, plantea que:
Un libro no tiene objeto ni sujeto, está hecho de materias diversamente formadas, de fechas y de velocidades muy diferentes [...] En un libro, como en cualquier otra cosa, hay líneas de articulación o de segmentaridad, estratos, territorialidades; pero también líneas de fuga, movimientos de desterritorialización y de desestratificación. (p.9)
En LDS, como en el rizoma, la multiplicidad se crea no “añadiendo constantemente una dimensión superior”, sino sustrayéndose, fragmentándose para lograr la totalidad (p.12). Además, el libro rizoma se conecta y desconecta en cualquier punto uniendo eslabones diversos e inesperados. Carece de comando, ninguna voz nos guía por LDS, y el libro se nos abre como mapa sin principio ni fin, siempre dispuesto a rehacerse, reorganizarse, cartografiar y desbordarse como la mala hierba que crece aunque se le arranque.
Como afirma Lobos Asenjo en su artículo ‘¿Qué hay detrás de la ventana?’, “el despliegue de presente” que hace Bolaño en la novela y su fragmentariedad es una oposición a la necesidad de utilidad que deben tener las cosas, los libros, las ideas. Cada entrevista del libro fragmenta pero no es fragmento, porque no está arrancada de ninguna unidad. El despliegue del rizoma se hace solo mediante líneas que reclaman su autonomía dentro de la historia y nos convierten en caminantes dentro de un mapa a ningún lado, maravillados del paisaje, entregados al goce de la observación que solo es posible cuando soltamos la noción de utilidad, “creándose así un sistema descentrado, desjerarquizado, donde el supuesto “tronco” de enlace, Ulises y Arturo, ya no es tal, y se vuelve sólo una línea más al interior de la red” (p.22).
Estas son las últimas entradas del diario de García Madero. El 15 de febrero escribe por última vez y, podríamos decir, el libro se termina. La repetida pregunta "¿Qué hay detrás de la ventana?” nos pone ante el rizoma de Los detectives salvajes, nos señala que el libro no termina ahí, que se alarga hacia lo que hay tras la ventana y que no logramos ver. ¿Estarán tras la ventana las imágenes nítidas y definitivas de Ulises Lima y Arturo Belano? ¿Habrá más pistas sobre el paradero de los poetas? ¿Hallaremos tras ella la explicación del único poema que conocemos de Cesárea Tinajero? ¿Estará la poesía? ¿No habrá nada? El libro no termina sino que deja un cuadrado en blanco que nos invita a desaparecer en él, a seguir buscando el rastro de Los detectives salvajes, a seguir creando ese rastro. El libro no termina sino que queda abierto y fecundo, como la hierba mala, esperando que una nueva línea lo conecte y lo lleve, por fin, detrás de la ventana.
Bibliografía
Bolaño, R. (1998). Los detectives salvajes. Alfaguara.
Deleuze, G., & Guattari, F. (1980). Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos.
Saucedo Lastra, F. (2009). La figura ausente o el enigam del yo: los personajes en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Revista Iberoamericana.
Paz Asenjo, M. (2007). Qué hay detrás de la ventana? La escritura del Yo y del Otro cuando la comunidad se ha disuelto. Los detectives salvajes de Robert Bolaño. Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades.
Flores, M. A. (2002) Notas sobre Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Archivo Bolaño.
Hamon, P. (2001) La poétique du roman. Paris: Armand Colin (Campus Analyse/Méthodes/Outils).